El corazón romano y misionero del cardenal Gantin

sábado, 8 febrero 2025

SMA

Cardenal Gantin visitando Ronco Scrivia con ocasión del centenario de la muerte del Padre Borghero (1993)

Por Antonella Prenna

Roma (Agencia Fides) – El aeropuerto principal de Benin, país natal del cardenal Bernardin Gantin, lleva su nombre en homenaje a este ilustre Siervo de Dios. Diecisiete años después de su fallecimiento en 2008, el 14 de enero de 2025, los obispos de la Conferencia Episcopal del Lacio emitieron un dictamen favorable para la apertura de su causa de canonización, encaminada al reconocimiento y proclamación de su santidad. Además, el Vicariato de Roma ha publicado un edicto solicitando que su Tribunal diocesano reciba “todas aquellas noticias de las que se puedan inferir, de algún modo, elementos favorables o contrarios a la fama de santidad de dicho Siervo de Dios”.
El Proceso de canonización del cardenal beninés, a partir de los actores implicados, resalta uno de los rasgos que marcaron toda la aventura humana y cristiana de este «gigante africano», como lo llamaba Juan Pablo II: su apasionada identificación con la Iglesia de Roma, que alimentó su corazón misionero y reforzó su profundo amor por su tierra natal.

“Sin duda, la principal ambición de un cristiano no es llegar a ser beatificado o canonizado, sino ser un verdadero ‘fiel’, un auténtico hombre de fe conforme a Cristo, hacer presente a Cristo y dar testimonio de Él en todos los ámbitos de su vida. Es una obligación ineludible para el cristiano ‘encargado de la misión’, es decir, para aquel que ha recibido el mandato expreso de anunciar el Evangelio”, afirmaba Gantin en su comentario sobre la intención misionera de noviembre de 2004, referente al tema de la santidad (Agencia Fides, 28 de octubre de 2004).

“Con inmensa gratitud al Sucesor de Pedro, miro al futuro, en vísperas de nuevos horizontes, con la determinación de llevar siempre a Roma en el corazón, tal como he procurado llevar a la Iglesia de mi país a Roma, la ciudad de Pedro”, se lee en la homilía pronunciada ante la tumba del Príncipe de los Apóstoles, bajo el Altar de la Confesión de la Basílica Vaticana, el 3 de diciembre de 2002. En aquella misma homilía, Gantin reiteró que todo misionero, aun siendo originario de una nación concreta, debe poseer un “corazón romano”, refiriéndose no tanto a la civitas terrena, sino a la Ciudad Eterna, amada precisamente por ser la sede del Obispo Sucesor de Pedro.

El cardenal Gantin había comprendido la misión como la clave de lectura de su existencia personal y de su ministerio sacerdotal.

En una entrevista con Joseph Ballong, responsable del programa franco-africano de Radio Vaticano (quien falleció el pasado 1 de febrero), el cardenal Gantin relató cómo su respuesta afirmativa a la petición de Pablo VI de integrarse a la cúpula de la Curia romana marcó profundamente su vida y definió su vocación misionera universal. Se trataba de decir “sí” a la llamada del Papa con el mismo entusiasmo y compromiso que tantos misioneros han demostrado al aceptar la invitación a proclamar el Evangelio en tierras africanas. Para el cardenal, ser cristiano significaba, ante todo, ser misionero; es decir, convertirse en un verdadero testigo de la Buena Nueva de la salvación, haciendo presente a Jesús en cada cultura y en cada situación.

Hablando en Ronco Scrivia, la ciudad natal del padre Francesco Borghero, de la Sociedad de Misiones Africanas –uno de los misioneros que inició la obra del anuncio del Evangelio en Benín–, Gantin declaró: “Me siento íntimamente conmovido al haceros llegar, en mi humilde persona, un signo de esa gratitud que la Iglesia de África siente por los misioneros, quienes, renunciando a toda satisfacción humana, han puesto su salud, sus fuerzas físicas e intelectuales, todas sus cualidades, dotes y posibilidades a disposición de la evangelización de África, afrontando enormes dificultades y sacrificios. No olvido que mi propia pertenencia a la Iglesia católica y la elección de mi vida en la fe cristiana están indudablemente ligadas a esa evangelización en Dahomey, hoy Benín”.

El apellido Gantin significa “árbol de hierro de la tierra de África”. Su pueblo y su tierra han estado y continúan estando siempre presentes en su vida.

El profundo vínculo de Gantin con la Sociedad de Misiones Africanas (SMA) queda reflejado en los testimonios de varios misioneros que compartieron con él momentos significativos de su vida, como está recogido la Agencia Fides.

“Era el 21 de junio de 1975. Un sábado. Después de un año, Lorenzo Mandirola y yo, compañeros de seminario, seríamos consagrados sacerdotes para la Missione ad Gentes”. Con estas palabras comienza el relato del padre Sandro Lafranconi, SMA, quien recibió la ordenación diaconal de manos del propio Gantin.

“Mons. Bernardin Gantin, ya llamado para servir en la Curia Romana, había sido invitado a nuestra casa provincial SMA de Génova para conferirnos el Diaconado. Su presencia en nuestra consagración era especialmente significativa, pero aún más lo fue el hecho de que viajara hasta Génova y, en esa ocasión, se desplazara a Ronco, un pequeño pueblo del valle de Scrivia, a espaldas de la capital ligur. De ese mismo pueblo, a finales del siglo XIX, partió el padre Francesco Borghero, miembro de la SMA, con apenas 30 años. Él formó parte del primer grupo de misioneros que llegó a Dahomey, hoy Benín, para sembrar el grano de mostaza del Evangelio. Cien años después, Bernardin Gantin era uno de los frutos bellos y maduros del árbol robusto que había crecido: la Iglesia católica, con raíces, ramas, follaje y, de hecho, abundantes frutos. Un hijo de la tierra de Benín, nacido del árbol del Evangelio plantado allí un siglo antes”.

El padre Sandro Lafranconi recuerda con claridad la discreción, el silencio y el recogimiento de Gantin en aquel día. “Recuerdo claramente la discreción, el silencio y el recogimiento que, sin embargo, no pudieron contener su profunda emoción cuando, al final de la misa dominical en la pequeña iglesia de Ronco Scrivia, se detuvo a rezar ante la tumba del padre Borghero, situada ahora en una capilla lateral del templo”, señala el padre Sandro.
“Repitió que para él aquel día era el regreso agradecido y gozoso de un hijo a la casa paterna. Era venir con afecto y sencillez a reunirse junto al grand vieux que había llevado el Evangelio a su tierra africana. ‘Si soy cristiano y si mi tierra conoce a Cristo resucitado, se lo debo al padre Borghero y a mi familia espiritual de las SMA’. Si estas no son sus palabras exactas, asumo sin embargo la responsabilidad de afirmar que yo mismo las oí pronunciadas de su corazón y de sus labios”.

“Una figura alegre, sencilla, inteligente y refinada”, recuerda Lafranconi. “Su forma de ser y de presentarse, su discreta afabilidad y su espontánea franqueza impedían que, al conocerle, se colaran incluso velos de diferencia racial e incomprensión. Constructor nato de puentes entre culturas y pueblos, se había convertido en un excelso representante de la Iglesia porque sabía ser discreto, humilde y sincero. ¿Cómo olvidar que el Papa San Juan Pablo II le entregó su cruz pontificia para que le representara en Lourdes cuando se le impidió viajar allí en aquel dramático año en que fue víctima del atentado en la Plaza de San Pedro?”.

“Consagrado diácono por Mons. Gantin me quedo siempre sin palabras cuando me doy cuenta de que uno de los momentos más importantes de mi vida estuvo marcado por una persona cuya virtud es comparable a la de los santos”, concluye con emoción el padre Lafranconi.

El Padre Lorenzo Rapetti, actual Secretario Provincial de la SMA en Génova, también ha compartido su recuerdo del “gigante africano” con la Agencia Fides.

“Entré en contacto con el cardenal Gantin en los años setenta, cuando, como misionero en Costa de Marfil, en la misión Lakota, recibí el encargo del Provincial de las SMA en París de que un escultor de marfil tallara y entregara al cardenal un altar de madera maciza de iroko, similar al que él admiraba en la casa de las SMA en París. Este altar le gustó y lo utilizó para celebrar la misa diaria durante toda su estancia en Roma, primero en San Calixto y luego en el Vaticano. Cuando regresó a Benín en 2002, quiso llevárselo consigo. Hoy, el altar sigue en pie en la pequeña capilla de la casa donde vivió sus últimos años en Cotonú”.

El Padre Rapetti recuerda que el cardenal Gantin “no solo formaba parte idealmente de la familia de la SMA, sino que este vínculo se convirtió en oficial el 25 de junio de 1993, cuando fue nombrado miembro honorario de la Sociedad de Misiones Africanas” “En 1977, cuando fue creado cardenal por el Papa Pablo VI, el entonces Superior General de las Misiones Africanas, el Padre Joseph Hardy, le había puesto en el dedo el anillo episcopal de Brésillac, que él devolvió a su regreso a Benín. Tuve la oportunidad de apreciar aún más sus dones y su personalidad durante los diez años de mi estancia en Roma como Ecónomo General y con otras responsabilidades. A menudo venía con nosotros a la Casa Generalicia en momentos importantes, como el 8 de diciembre, aniversario de la fundación de la SMA (1856), y el 25 de junio, aniversario de la muerte de nuestro fundador Melchior-Marie de Marion Brésillac. A veces me encontraba con él en Marino, Roma, donde solía ir a ver a las Hermanas de Nuestra Señora de los Apóstoles, que también estuvieron presentes en su vida. Recordaba con cariño a las hermanas que le habían acompañado y apoyado durante sus primeros años en la escuela primaria y en su entrada en el seminario”.

El vínculo entre el cardenal Gantin y la Sociedad de Misiones Africanas (SMA) se remonta a sus primeros años de formación en el seminario menor de Sainte Jeanne d'Arc y posteriormente en el seminario mayor de Saint Gall, donde siempre estuvo bajo la atenta guía de los Padres de la SMA. Además de su ordenación sacerdotal, por imposición de manos del arzobispo del SMA Louis Parisot, de quien fue sucesor al frente de la archidiócesis de Cotonú.

De la fuente misionera de su fe, que bebía en la tradición apostólica de la Iglesia de Roma, Gantin había recibido como don la percepción de la naturaleza apostólica y sacramental de la Iglesia que se manifestaba en juicios de gran libertad y fuerza profética.

En abril de 1999, en una entrevista concedida a la revista mensual 30Days, el cardenal -que había sido Prefecto de la Congregación para los Obispos entre 1984 y 1998- criticó abiertamente la práctica de trasladar obispos de una diócesis a otra, expresando su aprecio por la antigua disciplina que tendía a considerar a los sucesores de los Apóstoles como ‘estables’ y permanentes en las sedes episcopales a las que habían sido destinados: “Cuando es nombrado, el obispo debe ser para el pueblo de Dios un padre y un pastor. Y un padre lo es para siempre. Así, un obispo, una vez designado para una sede particular, en principio y por principio, debe permanecer allí para siempre. Seamos claros: entre obispo y diócesis se representa también un matrimonio, y un matrimonio, según el espíritu evangélico, es indisoluble. El nuevo obispo no debe hacer otros planes personales. Puede haber razones serias, muy serias, por las que la autoridad decida que el obispo pase, por así decirlo, de una familia a otra. Al hacerlo, la autoridad tiene en cuenta numerosos factores, y entre ellos no está ciertamente el posible deseo de un obispo de cambiar de sede”.

“A estas alturas yo también me he hecho romano y vuelvo a mi África, como misionero romano”, afirmó al regresar a Benín. “Dejé Roma con mi cuerpo, pero no con mi corazón. Sigo siendo un misionero romano en mi país, donde llevo la solicitud de toda la Iglesia. He vuelto hace dos años. Y he hecho esta elección para rezar, para ayudar a los obispos de mi país con mi presencia y mi oración”.

Primer obispo africano en la Curia romana, primer cardenal africano al frente de un dicasterio de la Curia, “Entre los obispos africanos, es uno de los pocos que han participado en todas las sesiones del Concilio Vaticano II; contribuyó tanto que cuando el Papa Pablo VI quiso un obispo africano en la Curia romana, él fue el elegido. No hacía mucho ruido, no hablaba demasiado alto, pero cada una de sus palabras valía mucho”, dijo de él el cardenal Francis Arinze.
(Agencia Fides 8/2/2025)


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