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Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - « la Virgen es peregrina de esperanza, en el sentido profundo de que se convierte en la “hija de su Hijo”, su primera discípula. María trajo al mundo a Jesús, esperanza de la humanidad: lo alimentó, lo hizo crecer, lo siguió dejándose plasmar, la primera, por la Palabra de Dios». Así se lee en el texto de la catequesis que el Papa Francisco, hospitalizado en el Hospital Gemelli de Roma desde el 14 de febrero debido a una neumonía bilateral, tenía previsto pronunciar hoy en el Aula Pablo VI con motivo de la audiencia general de los miércoles.
El Pontífice, en la serie de catequesis dedicadas a la vida de Jesús a la luz del Jubileo Ordinario que la Iglesia está viviendo, se detiene en el último de los relatos de la infancia de Jesús narrado en el Evangelio de Lucas: el episodio en el que, con doce años, Jesús permanece en el Templo sin avisar a sus padres, quienes lo buscan con angustia hasta hallarlo tres días después. Este pasaje –subraya la catequesis del Papa Francisco– presenta «un diálogo muy interesante entre María y Jesús, que nos ayuda a reflexionar sobre el camino de la madre de Jesús… que recorrió un itinerario espiritual a lo largo del cual avanzó en la comprensión del misterio de su Hijo».
La catequesis recorre todas las etapas de este itinerario, desde la Anunciación hasta las lágrimas bajo la Cruz, pasando por la elección de María de permanecer en Jerusalén tras la Resurrección, «como Madre de los discípulos, sosteniendo su fe en espera de la efusión del Espíritu Santo».
«La experiencia de la pérdida de Jesús, que tenía doce años, durante la peregrinación anual a Jerusalén, asusta a María hasta el punto de que se convierte en portavoz de José al reprender a su hijo», se lee en el texto pontificio. «“Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo, angustiados, te buscábamos” (Lc 2,48). María y José sintieron el dolor de los padres que pierden a un hijo: ambos creían que Jesús estaba en la caravana con los familiares, pero al no verlo durante todo un día, comienzan la búsqueda que los llevará a volver atrás. Al regresar al Templo, descubren que Aquel que hasta hacía poco era para ellos un niño al que proteger, ha crecido de repente, y es capaz ya de involucrarse en discusiones sobre las Escrituras sosteniendo la comparación con los maestros de la Ley».
Ante el reproche de su madre, Jesús responde con sencillez desarmante: «“¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?” (Lc 2,49). María y José no comprenden: el misterio del Dios hecho niño supera su inteligencia. Los padres quieren proteger a ese hijo preciosísimo bajo las alas de su amor; Jesús, en cambio, quiere vivir su vocación de Hijo del Padre que está a su servicio y vive inmerso en su Palabra».
El Papa define a María como «peregrina de la esperanza» y, en este sentido, cita al Papa Benedicto XVI en su encíclica Deus caritas est: Ella «está verdaderamente en su casa, sale de ella y entra en ella con naturalidad. Ella habla y piensa con la Palabra de Dios [...]. Así se revela, además, que sus pensamientos están en sintonía con los pensamientos de Dios, que su voluntad es un querer junto con Dios. Al estar íntimamente impregnada de la Palabra de Dios, puede convertirse en madre de la Palabra encarnada».
Sin embargo, el Pontífice señala que esta especial comunión con la Palabra de Dios no la exime del esfuerzo de un “aprendizaje” exigente, como se refleja en la escena del Templo. María y José lo reprenden, pero la respuesta de Jesús los sobrepasa: «El misterio del Dios hecho niño trasciende su comprensión». Así concluyen los relatos de la infancia de Jesús, con las últimas palabras de María, que evocan la paternidad de José sobre Jesús, y con las primeras palabras de Jesús, que reconocen que dicha paternidad tiene su origen en la de su Padre celestial, cuya primacía es absoluta.
(F.B.) (Agencia Fides 5/3/2025)
