Yangón (Agencia Fides) – “Los católicos esperan que no se extienda el estado de emergencia y rezan por la justicia y la paz”, declara a la Agencia Fides Joseph Kung, católico de Yangón y miembro de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Myanmar conmemora el 1 de febrero el cuarto aniversario del golpe de Estado con el que la junta militar derrocó al gobierno democrático y disolvió el parlamento. Según observadores, el general Min Aung Hlaing, líder del régimen, se dispone a prolongar el estado de emergencia y reafirmar su intención de organizar elecciones en 2025, un objetivo difícil en un contexto de violencia creciente.
El conflicto civil, que ha causado más de 50.000 muertos y 3,5 millones de desplazados internos, ha desencadenado una crisis alimentaria que, según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, se agravará en 2025. Se estima que más de 15 millones de personas padecerán hambre y 20 millones (más de un tercio de la población) necesitarán ayuda humanitaria para alimentación y atención médica. Además, el número de desplazados podría ascender a 4,5 millones.
A esta crisis se suma la amenaza de las minas antipersona. Según el "Landmine Monitor 2024", estos explosivos han causado 692 víctimas en los primeros seis meses de 2024 en los 14 estados y regiones del país y en el 60% de sus ciudades. Fuentes de Fides denuncian que el ejército siembra minas en aldeas, campos de arroz y maíz, y alrededores de campamentos militares, poniendo en peligro la vida de los agricultores que intentan recolectar alimentos.
Otro drama señalado por comunidades católicas y congregaciones religiosas es la situación de la infancia. Por un lado, se incrementa el trabajo infantil en sectores como la confección, la agricultura, la restauración, el trabajo doméstico, la construcción y la venta ambulante, en clara violación de los derechos de la niñez. Por otro, el cierre de escuelas priva a los niños de su derecho a la educación, con graves consecuencias para el futuro del país. En respuesta, sacerdotes, religiosas y parroquias han puesto en marcha pequeñas escuelas informales para ofrecer una mínima continuidad educativa.
El padre Terence Anthony, párroco de la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes, en el sur de la arquidiócesis de Yangón, explica a Fides: “Nos encomendamos al Señor en la oración y hacemos todo lo posible con acciones concretas. En muchas regiones, tanto en zonas de conflicto como en lugares donde no hay violencia, sacerdotes, religiosos, religiosas y catequistas se entregan sin descanso al servicio de quienes sufren. Consolamos a los afligidos y alimentamos a los hambrientos. Estamos al servicio de los pobres, los desplazados y los más vulnerables, tratando de dar un testimonio concreto del amor de Dios”.
(PA) (Agencia Fides 31/1/2024)