VATICANO - La Iglesia prolonga la misión de Cristo ofreciendo la vida a todos en medio de las gentes. Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de las Misiones 2025

jueves, 6 febrero 2025

Vatican Media

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “La Iglesia, comunidad de los discípulos-misioneros de Cristo”, hoy es “enviada a reavivar la esperanza en un mundo abrumado por densas sombras”. “Aun teniendo que afrontar, por un lado, persecuciones, tribulaciones y dificultades, y, por otro lado, sus propias imperfecciones y caídas, a causa de las fragilidades de sus miembros, está impulsada constantemente por el amor de Cristo” y “prolonga” la misión de Jesús “ofreciendo la vida por todos en medio de las gentes”.

Este es el núcleo del mensaje escrito por el Papa Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones 2025, que se celebrará el 19 de octubre.

El documento lleva la fecha del 25 de enero, fiesta de la Conversión del Apóstol Pablo, pero se hace público hoy, 6 de febrero, memoria litúrgica de los santos Pablo Miki y compañeros, un grupo de 25 mártires japoneses, entre ellos ocho sacerdotes y religiosos de la Compañía de Jesús y de la Orden de los Hermanos Menores, misioneros europeos o nacidos en Japón, y diecisiete laicos. Todos ellos fueron detenidos y, como informa el Martirologio Romano, “sufrieron graves injurias y fueron condenados a muerte. Todos juntos, incluso los muchachos, fueron crucificados como cristianos”. Según la passio, Pablo siguió predicando incluso en la cruz, hasta su muerte.

Estas fechas no son casuales dados los temas tratados en el mensaje titulado “Misioneros de esperanza entre los pueblos”.

Dividido en tres párrafos, el texto sigue el hilo de la esperanza, virtud teologal que está al centro del Jubileo Ordinario que vive actualmente la Iglesia católica. El tema -explica el Pontífice- ha sido elegido porque “recuerda a cada cristiano y a la Iglesia, comunidad de bautizados, la vocación fundamental a ser mensajeros y constructores de la esperanza”.

De ahí “el deseo” del Obispo de Roma de “recordar algunos aspectos relevantes de la identidad misionera cristiana, a fin de que podamos dejarnos guiar por el Espíritu de Dios y arder de santo celo para iniciar una nueva etapa evangelizadora de la Iglesia”. Manteniendo “la mirada orientada hacia Cristo, el centro de la historia”, “cumplimiento de la salvación para todos”, y “modelo supremo de todos aquellos que, a lo largo de los siglos, llevan adelante la misión recibida de Dios, incluso en las pruebas extremas”.

“El Señor Jesús continúa su ministerio de esperanza para la humanidad por medio de sus discípulos, enviados a todos los pueblos y acompañados místicamente por Él”, y sigue “inclinándose ante cada persona pobre, afligida, desesperada y oprimida por el mal, para derramar sobre sus heridas «el aceite del consuelo y el vino de la esperanza»”, escribe el Papa citando el Prefacio “Jesús, buen samaritano”.

El pensamiento del Pontífice se extiende a continuación a todos los misioneros ad gentes, es decir, a los que, “siguiendo la llamada divina”, “han ido a otras naciones para dar a conocer el amor de Dios en Cristo. ¡Gracias de corazón! Sus vidas son una respuesta concreta al mandato de Cristo resucitado, que ha enviado a sus discípulos a evangelizar a todos los pueblos. De ese modo, ustedes señalan la vocación universal de los bautizados a ser, con la fuerza del Espíritu Santo y el compromiso cotidiano, entre los pueblos, misioneros de esa inmensa esperanza que nos concede Jesús, el Señor”.

El horizonte de esta esperanza, remarca el Papa, “va más allá de las realidades mundanas pasajeras y se abre a las divinas, que ya pregustamos en el presente”. El obispo de Roma cita seguidamente a san Pablo VI, que hace cincuenta años, en la Exhortación apostólica Evangelii Nuntandi, en el número 27, escribía que la salvación ofrecida por Cristo “no es sólo «inmanente, a medida de las necesidades materiales o incluso espirituales que […] se identifican totalmente con los deseos, las esperanzas, los asuntos y las luchas temporales, sino una salvación que desborda todos estos límites para realizarse en una comunión con el único Absoluto Dios, salvación trascendente, escatológica, que comienza ciertamente en esta vida, pero que tiene su cumplimiento en la eternidad»”.

De ahí la invitación a poner en práctica las acciones sugeridas en la bula ‘Spes non confundit’, viviendo ante todo un “contacto personal” con los hermanos y hermanas, “con particular atención a los más pobres y débiles, a los enfermos, a los ancianos, a los excluidos de la sociedad materialista y consumista… Serán ellos quienes nos enseñarán a vivir con esperanza. Y a través del contacto personal podremos transmitir el amor del Corazón compasivo del Señor”. Todos los bautizados, en efecto, prosigue el Pontífice citando el discurso que él mismo pronunció en junio de hace dos años a la Asamblea General de las Obras Misionales Pontificias, son “enviados para continuar esta misión: ser signo del Corazón de Cristo y del amor del Padre, abrazando al mundo entero”.

Para ello, subraya el Papa Francisco, “es necesario renovar en nosotros la espiritualidad pascual, que vivimos en cada celebración eucarística y sobre todo en el Triduo Pascual, centro y culmen del año litúrgico”. Al fin y al cabo, “Los misioneros de esperanza son hombres y mujeres de oración, porque «la persona que espera es una persona que reza», como decía el venerable cardenal Van Thuan, que mantuvo viva la esperanza en la larga tribulación de la cárcel gracias a la fuerza que recibía de la oración perseverante y de la Eucaristía (cfr. F.X. Nguyen Van Thuan, Il cammino della speranza, Roma 2001, n. 963). No olvidemos que rezar es la primera acción misionera y, al mismo tiempo, «la primera fuerza de la esperanza»”.

“Por eso, renovemos la misión de la esperanza – exhorta el Papa - empezando por la oración, sobre todo la que se hace con la Palabra de Dios y particularmente con los Salmos, que son una gran sinfonía de oración cuyo compositor es el Espíritu Santo”, porque estos “nos educan para esperar en las adversidades, para discernir los signos de esperanza y tener el constante deseo “misionero” de que Dios sea alabado por todos los pueblos”.

En el tercer y último párrafo, el Obispo de Roma describe la evangelización como un “proceso comunitario”, que “no termina con el primer anuncio y el bautismo, sino que continúa con la construcción de las comunidades cristianas a través del acompañamiento de cada bautizado por el camino del Evangelio. En la sociedad moderna, la pertenencia a la Iglesia no es nunca una realidad adquirida de una vez por todas. Por eso, la acción misionera de transmitir y formar una fe madura en Cristo es «el paradigma de toda obra de la Iglesia»”, añade, citando el número 15 de la exhortación apostólica Evangelii gaudium.

“Sigo insistiendo sobre esta sinodalidad misionera de la Iglesia, como también sobre el servicio de las Obras Misionales Pontificias en promover la responsabilidad misionera de los bautizados y sostener a las nuevas Iglesias particulares. Y los exhorto a todos ustedes -niños, jóvenes, adultos, ancianos-, a participar activamente en la común misión evangelizadora con el testimonio de sus vidas y con la oración, con sus sacrificios y su generosidad”, concluye el Papa Francisco.
(F.B.) (Agencia Fides 6/2/2025)


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