Diálogo, negociaciones y desarme: las vías de la Iglesia, según el Papa Francisco, para alcanzar la paz

martes, 29 abril 2025

Vatican Media

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Tres sillas, que pronto se redujeron a dos, fueron dispuestas frente al baptisterio de la basílica vaticana. Sentados uno frente al otro, los presidentes Donald Trump y Volodymyr Zelensky dialogaron durante quince minutos sobre los posibles caminos para poner fin al conflicto que desangra Ucrania. El encuentro, ocurrido al margen del funeral del Papa Francisco, simboliza a su manera, las líneas y criterios que han inspirado, durante el pontificado del Papa Francisco, la contribución de la Santa Sede a los intentos de resolver guerras, conflictos, crisis internacionales. Fragmentos de lo que el propio Pontífice argentino llamaba la “guerra mundial en pedazos”.

Diálogo, negociación y desarme son, en efecto, las vías reiteradamente promovidas por el Papa Francisco como únicas alternativas viables para resolver los conflictos en curso.

Partiendo de la “atormentada Siria”, que ocupó un lugar especial en sus llamamientos, Francisco dio voz a los refugiados y desplazados que huyen de la violencia, denunciando con claridad que esa guerra ha derivado en una “brutal persecución” para quienes profesan otras religiones. Los mensajes de paz para Siria se convirtieron en una constante en sus bendiciones Urbi et Orbi de Pascua, así como en los Ángelus, Regina Coeli y audiencias generales de los miércoles. Sólo unos años más tarde, ocurriría lo mismo con la atormentada Ucrania.

“¡Cuánta sangre se ha derramado! ¿Y cuánto sufrimiento habrá que infligir todavía antes de encontrar una solución política a la crisis?”, preguntó en múltiples ocasiones el Papa que constantemente pedía “valentía” y “decisión” para emprender el camino de las negociaciones. También lo hizo proclamando para el 7 de septiembre de 2013 una jornada de ayuno y oración por la paz en Siria, Oriente Medio y el mundo entero porque, como dijo durante el Ángelus en el que anunció esta iniciativa, “¡la humanidad necesita ver gestos de paz y escuchar palabras de esperanza y de paz!”.

Sus palabras se han acompañado de gestos concretos, además de con su presencia física. En 2016, durante una visita a Lesbos, se dirigió a los refugiados sirios del campo de Moria con un mensaje claro: “Quiero deciros que no estáis solos”. De regreso a Roma, el Papa viajó acompañado de tres familias sirias.

Y no sólo eso. En Tierra Santa, durante el Viaje Apostólico de mayo de 2014, el Papa se detuvo en oración ante el muro divisorio construido por Israel cerca de Belén, la ciudad donde nació Jesús. Unas semanas después, el Pontífice reunió en el Vaticano al entonces Presidente de Israel, Shimon Peres, y a Mahmoud Abbas, Presidente del Estado de Palestina, para invocar juntos la paz para Oriente Medio. En aquella ocasión, se plantó un olivo, símbolo de la paz, en los Jardines Vaticanos, en presencia del Patriarca Bartolomé I y de una representación de cristianos, judíos y musulmanes de Tierra Santa.

“Sí al respeto de los pactos y no a las provocaciones. Hacer la paz requiere valentía”, fueron las palabras que el Obispo de Roma pronunció en aquel lejano junio de 2014, antes de dirigir una súplica a Dios: “Hemos intentado tantas veces y durante tantos años resolver nuestros conflictos con nuestras fuerzas y también con nuestras armas; tantos momentos de hostilidad y oscuridad; tanta sangre derramada; tantas vidas rotas; tantas esperanzas enterradas... Pero nuestros esfuerzos han sido en vano. Ahora, Señor, ¡ayúdanos! Danos la paz, enséñanos la paz, condúcenos a la paz. Abre nuestros ojos y nuestros corazones y danos el valor de decir: ¡Nunca más la guerra! Destierra del corazón de cada hombre estas palabras: división, odio, guerra. Señor, desarma lenguas y manos, renueva corazones y mentes, para que la palabra que nos una sea siempre “hermano”, y el estilo de nuestras vidas sea: ¡shalom, paz, salam! Amén”.

El año pasado, en el décimo aniversario de aquel histórico encuentro, el Papa Francisco quiso reunir a todo el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede en torno a aquel olivo, ya crecido, para recordar el abrazo entre los dos presidentes. Junto al Pontífice estaban los embajadores de Israel y Palestina ante la Santa Sede.

“En lugar de engañarnos pensando que la guerra puede resolver los problemas y conducir a la paz, debemos ser críticos y estar vigilantes contra una ideología desgraciadamente dominante hoy en día, según la cual el conflicto, la violencia y las desavenencias forman parte del funcionamiento normal de una sociedad”. Siempre están en juego luchas de poder entre diferentes grupos sociales, intereses económicos partidistas y equilibrios políticos internacionales que pretenden una paz aparente, huyendo de los problemas reales. “En cambio, en una época marcada por trágicos conflictos, es necesario renovar el compromiso de construir un mundo en paz. A todos, creyentes y personas de buena voluntad, quisiera decirles: ¡no dejemos de soñar con la paz y de construir relaciones pacíficas!”, fueron las palabras pronunciadas por el Papa en aquel comienzo del verano de 2024.

Una iniciativa similar había ocurrido en la primavera de 2019, cuando el Pontífice invitó a las autoridades civiles y eclesiásticas de Sudán del Sur al Vaticano para un retiro espiritual de dos días. Ante ellos, el Papa Francisco, rompiendo el protocolo, se arrodilló y besó los zapatos de los líderes sursudaneses y les dijo: “Imploro que el fuego de la guerra se apague de una vez por todas”. La paz, recordó el Obispo de Roma, es “el primer don ofrecido por Jesús a los apóstoles después de haber vencido a la muerte”, pero también “la primera tarea que deben perseguir los responsables de las naciones”, “condición fundamental para el respeto de los derechos de todo hombre y para el desarrollo integral de todo el pueblo”.

“No olvidemos que a nosotros, responsables políticos y religiosos, Dios nos ha confiado la tarea de ser guías de su pueblo. Nos pedirá cuentas de nuestro servicio y administración, de nuestro compromiso por la paz y del bien hecho a los miembros de nuestras comunidades, especialmente a los más necesitados y marginados. En otras palabras, nos pedirá cuentas de nuestra vida, pero también de la vida de los demás”.

“La paz es posible”, es “un gran don de Dios”, pero también un compromiso de las personas “en el diálogo, la negociación y el perdón”. Al hilo de sus palabras a los líderes sudaneses, el Papa Francisco dijo, durante una entrevista, algo parecido en referencia a la guerra entre Rusia y Ucrania: “Más fuerte es quien piensa en el pueblo, quien tiene el coraje de la bandera blanca”, y “cuando ves que las cosas no van, es necesario tener el coraje de negociar”, lo que no significa rendirse: “negociar nunca es rendirse”. También en Gaza, añadió en la misma ocasión, hay un conflicto que lo “hacen dos, no uno. Los irresponsables son estos dos que hacen la guerra. Hoy se puede negociar con la ayuda de las potencias internacionales. La palabra negociar es valiente. No os avergoncéis de negociar antes de que la situación empeore”.

Paralela a la vía del diálogo está la del desarme. Desde el llamamiento a la prohibición de las armas nucleares hasta la condena de la carrera armamentística, las palabras del Papa Francisco están en perfecta continuidad con las de sus predecesores, desde Benedicto XV hasta Benedicto XVI. Este último también se implicó en el fin del comercio de armas: “La importación de armas debe cesar definitivamente, porque sin la importación de armas, la guerra no podría continuar. En lugar de importar armas, que es un pecado grave, debemos importar ideas de paz, de creatividad, de búsqueda de soluciones para aceptar a todos en su alteridad; debemos, pues, hacer visible en el mundo el respeto de las religiones, de los unos por los otros, el respeto del hombre como criatura de Dios, el amor al prójimo como fundamental para todas las religiones”.

El Papa Francisco retomó este concepto en 2019, cuando, recibiendo a los participantes en el Encuentro de las Obras de Ayuda a las Iglesias Orientales, dijo: “Los que no tienen comida, los que no tienen asistencia médica, los que no tienen escuela, los huérfanos, los heridos y las viudas alzan su voz en voz alta. Si el corazón de los hombres es insensible, no lo es el de Dios, herido por el odio y la violencia que pueden desencadenarse entre sus criaturas, siempre capaz de conmoverlas y cuidarlas con la ternura y la fuerza de un Padre que protege y guía. Pero a veces pienso también en la ira de Dios que se desatará contra los responsables de los países que hablan de paz y venden armas para hacer esas guerras. Esta hipocresía es un pecado”.

Ya en 2014, con la exhortación Evangelii gaudium, el Papa argentino había escrito: “Hay sistemas económicos que tienen que hacer la guerra para sobrevivir”. En varias ocasiones reiteró que las inversiones más rentables hoy están en las fábricas de armas. Armas que, especialmente en los mensajes Urbi et Orbi de Navidad y Pascua, ha pedido que se silencien, proponiendo la creación de un Fondo Mundial contra el hambre, financiado precisamente con el dinero destinado al armamento. Durante la pandemia, mientras rezaba el rosario en la basílica vaticana, propuso la creación de otro fondo, esta vez destinado a la investigación y los estudios:
“María Santísima, toca las conciencias para que las enormes sumas utilizadas para aumentar y perfeccionar el armamento se destinen en cambio a promover estudios adecuados para prevenir catástrofes similares en el futuro”.

Según los últimos datos publicados por el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (Sipri) y referidos al año 2023, a nivel planetario el gasto militar ha alcanzado la cifra récord de 2,44 billones de dólares, lo que supone un aumento del 6,8 % respecto al año anterior.

Estados Unidos es el país que más gasta en armamento: 880.000 millones, seguido de China: 309.000 millones y Rusia: 126.000 millones. Dividiendo el presupuesto militar por el número de habitantes, Estados Unidos ha gastado una media de 2.694 dólares por habitante. A modo de comparación, Israel ha gastado 29.000 millones de dólares en 2023, pero ha alcanzado el mayor nivel de gasto per cápita del mundo: 2.997 de dólares por habitante.

Iluminadoras las palabras del Papa Francisco al respecto: “Ciertas decisiones no son neutrales: destinar gran parte del gasto a las armas significa quitárselo a otras cosas, quitárselo una vez más a quienes carecen de lo necesario. Y eso es un escándalo. Cuánto se gasta en armas, terrible. Es necesario crear conciencia de que seguir gastando en armas ensucia el alma, el corazón, ensucia a la humanidad. ¿De qué sirve comprometernos todos juntos, solemnemente, a nivel internacional, en campañas contra la pobreza, contra el hambre, contra el deterioro del planeta, si luego recaemos en el viejo vicio de la guerra, en la vieja estrategia del poder de los armamentos, que nos hace retroceder a todos y todo. Siempre una guerra te hace retroceder, siempre. Caminamos hacia atrás”.
(F.B.) (Agencia Fides 29/4/2025)


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