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Por Gianni Valente
Roma (Agencia Fides) - «Entré en los jesuitas porque me llamó la atención su vocación misionera, su ir siempre hacia las fronteras». Así hablaba de sí mismo el Papa Francisco. Luego, el joven jesuita que soñaba con ir de misionero a Japón se convirtió en Obispo de Roma. Y colmó de misión su ministerio como Sucesor de Pedro.
El deseo y la exigencia de ver crecer en toda la Iglesia el ímpetu de un renovado espíritu misionero se convirtieron en el latido palpitante de su magisterio. Una «prioridad» a la que quiso dar relieve objetivo e institucional, cuando en la misma Constitución Apostólica Praedicate Evangelium sobre la Curia Romana, promulgada en 2022, ordenó que el Dicasterio para la Evangelización fuera «presidido por el Romano Pontífice». «La “conversión misionera” de la Iglesia -se lee también en el Preámbulo de ese documento- está destinada a renovar la Iglesia según la imagen de la propia misión de amor de Cristo (...). Ella misma se vuelve más radiante cuando trae a los hombres el don sobrenatural de la fe (...)».
La pasión misionera del Papa Francisco ha sido el hilo conductor más intenso y constante de todo su ministerio petrino. Su celo por la misión no se presentaba como una urgencia entre otras, ni como uno de los tantos campos en los que invertir las energías de la Iglesia. Más bien, el Santo Padre repitió con insistencia que el impulso apostólico constituye el único modo auténtico de vivir la fe y de hacer fecundas y significativas todas las dinámicas eclesiales, que de otro modo podrían reducirse a simples juegos de roles reservados a “auto-empleados” clericales.
Su intención era animar a que «las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras» (Evangelii gaudium, 27).
El Papa Bergoglio no ha escrito tratados especulativos sobre la misión. No ha definido un pensamiento académico estructurado de “programación misionera”. En cambio, su inquietud misionera ha inundado todo su magisterio ordinario, difundiendo indicios, recordatorios, intuiciones y sugerencias de matriz misionera en una inmensa masa de homilías, catequesis, discursos e intervenciones. Un “magisterio misionero” que, sin embargo, también se ha reunido y definido en torno a algunas coyunturas clave, desde el inicio hasta el final del Pontificado, comenzando por el “texto programático” publicado en los primeros meses de su ministerio como Sucesor de Pedro.
La “sacudida misionera” de la Evangelii gaudium
Con la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, “sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual”, publicada el 24 de noviembre de 2013, el Papa Francisco expresó su deseo de «proponer algunas líneas que puedan alentar y orientar en toda la Iglesia una nueva etapa evangelizadora, llena de fervor y dinamismo» (EG 17). Este texto magisterial se presenta como una exhortación operativa, directa y, en muchos pasajes, impetuosa, que repite con renovada fuerza un principio central: el anuncio del Evangelio es la razón de ser de la Iglesia.
En Evangelii gaudium, el Papa Francisco, quien llegó a la Sede de Pedro desde Buenos Aires, subrayó la importancia del “primer anuncio”, término que la tradición eclesial denomina con la palabra griega kerigma (derivada del verbo que significa “gritar, proclamar”). Según el Pontífice, esta misión de anunciar la salvación prometida en el Evangelio es un elemento esencial en el proceso de salvación. Sin embargo, destacó que tal misión no nace por sí misma, a partir de buenas intenciones, razonamientos o esfuerzos de voluntad. El anuncio del Evangelio solo puede surgir del encuentro personal con Cristo y con las obras que Él realiza en la actualidad. Este encuentro es el que suscita la fe y motiva a quienes han experimentado este vínculo a transmitirlo a los demás.
Dar testimonio del Evangelio de Cristo - explicaba el Papa Bergoglio, citando la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi del Papa Pablo VI, siempre muy querida para él - nunca puede entenderse como «una heroica tarea personal, ya que la obra es ante todo de Él (...). Jesús es “el primero y el más grande evangelizador”. En cualquier forma de evangelización el primado es siempre de Dios» (EG 12).
«Cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús», insistía al respecto el Obispo de Roma, «descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos» (EG, 3). El Papa acuñó el término “primerear”, un neologismo en español para describir la acción anticipadora del amor de Cristo, que es la fuente de todo dinamismo misionero. Se trata de una gracia preveniente, que se manifiesta como una atracción operada por Cristo mismo, quien cautiva los corazones y los llama hacia Él. Por ello, el Papa Bergoglio, citando a su predecesor Benedicto XVI, subrayó que en la misión de anunciar el Evangelio no se actúa por un afán de proselitismo, sino “por atracción”.
El anuncio del Evangelio -subrayaba el Papa Francisco en Evangelii gaudium- no está reservado a supuestos «profesionales del kerigma», cualificados en virtud de algún curso de «formación». Basta el bautismo para anunciar el Evangelio, ya que «cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador». Porque «si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús» (EG 120).
En el camino de la fe cristiana - insistía el Papa Francisco - «no hay que pensar que en la catequesis el kerygma es abandonado en pos de una formación supuestamente más “sólida”». Por el contrario, en la experiencia de testimoniar y transmitir a los demás la alegría del Evangelio «nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio» (EG 165). Y todo auténtico acto apostólico, incluidas las homilías de misa y toda lección de catecismo, debe hacerse eco del corazón del anuncio cristiano.
Una de las notas de fondo que se perciben a lo largo del texto de Evangelii gaudium se identifica con la expresión “facilitar”. El horizonte de toda labor apostólica es facilitar el encuentro con Jesús. Reconocer a la Iglesia como “pueblo en misión” también forma parte de este horizonte.
La Salvación prometida por Jesús y proclamada con alegría por la Iglesia -advierte el Papa Francisco en Evangelii gaudium- «es para todos», y por eso «Dios ha gestado un camino para unirse a cada uno de los seres humanos de todos los tiempo. Ha elegido convocarlos como pueblo y no como seres aislados». Porque «nadie se salva solo, esto es, ni como individuo aislado ni por sus propias fuerzas». Y el pueblo «que Dios ha elegido y convocado es la Iglesia. Jesús no dice a los Apóstoles que formen un grupo exclusivo, un grupo de élite. Jesús dice: ‘Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos’». (EG 113).
El Pueblo de Dios, como también se reconoce Evangelii gaudium, no es un lobby colectivo que se forma a partir de campañas de autopromoción. Es el pueblo de aquellos que han encontrado a Jesús y han comenzado a seguirlo. Por ello, el camino cristiano nunca debe considerarse como un asunto reservado solo a aquellos que buscan ascender a cumbres espirituales y ascéticas. La Iglesia, como Pueblo de Dios, no es una congregación de activistas que promuevan una filosofía o una idea religiosa. Es, simplemente, un pueblo de bautizados, llamados a dar testimonio del don de la fe en las circunstancias ordinarias y cotidianas de su vida. «Hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera», se lee en la Exhortación apostólica, «hay una forma de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos» (Evangelii gaudium, 127).
El Espíritu Santo -escribía el Papa Francisco en la Exhortación- guía al Pueblo de Dios hacia la verdad y lo conduce a la salvación. Lo dota de un “instinto” de fe -el sensus fidei- que le ayuda a reconocer y seguir la acción de la gracia de Cristo. Un don del Espíritu que se manifiesta con singular evidencia en lo que la Evangelii gaudium llama “espiritualidad” o “piedad popular”. Gestos y prácticas por los que «puede decirse que el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo», y que deben ser reconocidos como «verdadera expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios» (EG 122).
Los gestos y las prácticas que nunca deben ser descartados como meras manifestaciones de la religiosidad natural «Quien ama al santo Pueblo fiel de Dios», advertía el Papa Francisco, «no puede ver estas acciones sólo como una búsqueda natural de la divinidad. Son la manifestación de una vida teologal animada por la acción del Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones» (Evangelii gaudium, 125).
Mensajes a las OMP y por la Jornada Mundial de las Misiones
Cada año, el Papa Francisco tenía la oportunidad de expresar su solicitud misionera a través de los tradicionales mensajes para la Jornada Mundial de las Misiones, que se celebra en toda la Iglesia el penúltimo domingo de octubre, así como los discursos dirigidos a las Obras Misionales Pontificias durante su Asamblea General anual. En estos discursos y mensajes, el Papa Francisco reiteraba las orientaciones de su magisterio misionero, aplicándolas a las circunstancias y urgencias actuales que enfrenta la Iglesia universal. De este modo, en muchas ocasiones recordó a todos, como lo hizo el 1 de junio de 2018 al reunirse con los directores nacionales de las OMP, que el verdadero protagonista y «autor» de la misión de la Iglesia es «el Espíritu Santo». En este contexto, el Papa subrayó que el manual que debe guiar la oración de quienes anuncian el nombre de Cristo no es un compendio de estrategias de marketing misionero, sino el pequeño volumen de los Hechos de los Apóstoles. Ese sencillo relato de los milagros obrados por el Espíritu Santo entre los primeros amigos de Jesús es, según el Papa Francisco, la verdadera fuente de inspiración. Y añadió: «El protagonista de ese libro es el Espíritu Santo».
Así, en su penúltimo Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, publicado el 2 de febrero de 2024, el Pontífice recordó que el Concilio Vaticano II subrayaba el «carácter escatológico del compromiso misionero de la Iglesia», al recordar que «el período de la actividad misionera se sitúa entre la primera y la segunda venida de Cristo». Los primeros cristianos -recordó el Sucesor de Pedro en aquel mensaje- sintieron la urgencia de anunciar el Evangelio. Por eso, también hoy -subrayó el Papa Francisco- «es importante tener presente esta perspectiva, porque nos ayuda a evangelizar con la alegría de quien sabe que “el Señor está cerca”».
Singular extensión tuvo el Mensaje del Papa Francisco a las Obras Misionales Pontificias publicado el 21 de mayo de 2020, en plena pandemia del Covid 19. En ese texto magisterial, además de retomar algunas palabras clave de la Evangelii gaudium, el Papa Francisco también ofreció reflexiones y consejos para quienes están más intensamente implicados en la labor apostólica encomendada a la Iglesia. Recordó, entre otras cosas, que quienes anuncian a Jesús con su vida le siguen también por el camino de la paciencia, con la que Él «siempre acompañó misericordiosamente los pasos de crecimiento de las personas», sin «añadir cargas innecesarias», sin «imponer sofisticados y laboriosos caminos de formación para disfrutar con facilidad de lo que el Señor da». Recordó que Jesús se encontró con sus primeros discípulos mientras estaban inmersos en lo concreto de sus vidas, mientras estaban atentos a su trabajo («no se encontró con ellos en una conferencia, ni en un seminario de formación»), para repetir que la misión no necesita «crear mundos paralelos», ni «construir burbujas mediáticas en las que hacerse eco de los propios eslóganes».
A las Obras Misionales Pontificias, la red de caridad y oración al servicio de la misión esparcida por todo el mundo, el Papa también sugirió valorizar el vínculo especial que las une al Sucesor de Pedro, y que puede convertirse en «soporte de libertad» y ayuda para escapar de «modas pasajeras, aplanamientos en escuelas de pensamiento unilaterales u homologaciones culturales de cuño neocolonialista».
En ese contexto, el Papa Francisco también señaló ciertas «patologías» que pueden distorsionar el trabajo de las personas y las instituciones comprometidas en la actividad misionera. Entre ellas, destacó la «autorreferencialidad», donde tanto los aparatos eclesiales como las personalidades dentro de la Iglesia concentran «energía y atención sobre todo en la autopromoción y en la celebración publicitaria de sus propias iniciativas». También subrayó la presunción dirigista de algunos grupos y aparatos eclesiales que perciben a los fieles como una «masa inerte» que debe ser resucitada y movilizada mediante «una toma de conciencia» a través de razonamientos, recordatorios y enseñanzas. Además, criticó la tendencia de algunos a crear «lugares inútiles de elaboración estratégica» para «producir proyectos y orientaciones» que, lejos de servir a la misión evangelizadora, se convierten en simples instrumentos de autopromoción para quienes los conciben.
El libro-entrevista sobre la misión
Inmediatamente después de octubre de 2019, que se celebró como «Mes Misionero Extraordinario», se publicó el libro-entrevista del Papa Francisco «Sin Él no podemos hacer nada. Ser misioneros en el mundo de hoy» (LEV-Edizioni San Paolo). El propio Obispo de Roma, al entregarlo a los Superiores de la Curia Romana en el tradicional encuentro de felicitación navideña, lo presentó como «el “documento”, digamos, que he querido hacer para el mes misionero extraordinario». Y añadió: «Me inspiré en una frase, no sé de quién, que decía que cuando el misionero llega a un lugar, el Espíritu Santo ya está allí esperándole».
En ese delgado volumen, el Papa Bergoglio pudo detenerse en algunas de las fórmulas que más utilizó para sugerir el dinamismo propio y la fuente de toda obra apostólica. Fórmulas que en algunos casos corrían el riesgo de quedar reducidas a eslóganes de los nuevos «conformismos» del lenguaje eclesial. «'Iglesia en salida' -explicó, por ejemplo, el Papa Francisco- no es una expresión de moda que yo haya inventado. Es el mandato de Jesús, que en el Evangelio de Marcos pide a sus seguidores que vayan por todo el mundo a predicar el Evangelio 'a toda criatura'. La Iglesia o está en salida o no es Iglesia. O es anuncio o no es Iglesia. Si la Iglesia no sale, se corrompe, se distorsiona, se convierte en otra cosa. Se convierte en una asociación espiritual. Una multinacional para lanzar iniciativas y mensajes religiosos». Y añadió: «La misión, la “Iglesia en salida”, no es un programa, una intención a realizar por un esfuerzo de voluntad. Es Cristo quien saca a la Iglesia de sí misma. En la misión de anunciar el Evangelio, os movéis porque el Espíritu Santo os impulsa. Y Él te lleva. Y cuando llegas, te das cuenta de que Él ha llegado antes que tú, y te está esperando».
En el libro-entrevista sobre la misión, el Papa Francisco dio también la razón de su insistente llamamiento a no desvirtuar la misión cristiana asemejándola a una forma de proselitismo: «Hay proselitismo -explicó el Obispo de Roma- allí donde se pretende hacer crecer a la Iglesia prescindiendo de la atracción de Cristo y de la obra del Espíritu, apostando todo a cualquier tipo de “discurso sabio”. Por tanto, como primera cosa, el proselitismo aparta de la misión a Cristo mismo y al Espíritu Santo, incluso cuando pretende actuar en nombre de Cristo». El proselitismo -añadió el Papa Francisco- «no soporta la libertad y la gratuidad con la que la fe puede transmitirse, por gracia, de persona a persona».
Las Catequesis sobre el “celo apostólico”
En 2023, en las audiencias generales de los miércoles, el Papa Francisco quiso realizar un largo ciclo de catequesis dedicadas a la «pasión de evangelizar, es decir, al celo apostólico» («tema urgente y decisivo de la vida cristiana»), que marcó su décimo año de Pontificado. De este modo, el Obispo de Roma quiso retomar y relanzar en toda su resonancia la connotación «misionera» que había marcado toda la trayectoria de su magisterio pontificio.
El ciclo de catequesis sobre el celo apostólico se desplegó ante las multitudes reunidas en la Plaza de San Pedro o en el Aula Pablo VI como un largo recorrido lleno de sugerencias, indicaciones, propuestas, historias personales, ofrecidas por el Papa Francisco para acompañar a todos «al redescubrimiento de la pasión evangelizadora», y atestiguar que la fe cristiana es un «tesoro» que se «recibe» y se «transmite» a los demás tal como uno lo ha recibido, sin el afán de añadir más, o de contar con la «fuerza de las propias ideas, programas, estructuras». En la segunda parte del ciclo de catequesis, el Sucesor de Pedro propuso también las figuras del jesuita Matteo Ricci, de santa Kateri Tekakwitha y de muchos otros «testigos que han reavivado en la Iglesia la pasión por el Evangelio, para que nos ayuden a reavivar el fuego que el Espíritu Santo quiere hacer arder siempre en nosotros».
Las "afinidades electivas" entre el Papa Francisco y los misioneros
Durante sus 12 años de pontificado, muchos misioneros y misioneras han sentido con gratitud una especial cercanía y afinidad con el acento personal de su sensibilidad cristiana, como también lo reflejan los testimonios misioneros publicados en la Agencia Fides.
Muchos misioneros y misioneras se han sentido cercanos y familiarizados con sus llamados a las "zonas grises" del ser humano, esos espacios en los que normalmente se desarrolla el anuncio del Evangelio. También se han sentido inspirados por sus invitaciones a ensuciarse las manos con la realidad tal como es, a aceptar la vida tal como viene, con sus imperfecciones, defectos, miserias y fracasos, alejándose de las abstracciones perfeccionistas y de los rigorismos de todo tipo.
Muchos misioneros se alegraron al escuchar al Papa Francisco predicar que no deben tener pretensiones apriorísticas cuando se trata de salvar almas, y que los ajustes orientados a «salvar lo salvable» son siempre más eficaces que un rígido atrincheramiento en la pureza de principios ideologizados.
Muchos misioneros saben, por experiencia, que «un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades» (Evangelii gaudium, 44). Igualmente, tantos misioneros saben, por vivencia directa, que quienes anuncian el Evangelio y desean ofrecer el don de la gracia y la curación a través de los sacramentos del Señor, a veces se ven llamados a elegir un modo de proceder que no falte de prudencia, capacidad de comprensión, arte de esperar, docilidad al Espíritu, y una disponibilidad constante para escuchar. Es necesario caminar paso a paso y «dar tiempo, con una inmensa paciencia», porque, como decía el Beato Pietro Fabro: «El tiempo es el mensajero de Dios» (EG, 171).
Por todo esto, y más, el «magisterio misionero» del Papa Francisco seguirá siendo precioso para los caminos y los tiempos eclesiales del futuro. Donde todos podrán atesorar sus palabras y su memoria, recordando que «en la Iglesia todo debe ser conforme a las exigencias del anuncio del Evangelio; no a las opiniones de los conservadores o los progresistas, sino al hecho de que Jesús llegue a la vida de las persona» (Papa Francisco, catequesis de la audiencia general del miércoles 22 de febrero de 2023).
(Agencia Fides 24/4/2025)