Cardenal Tagle: El Papa Francisco, sucesor de Pedro y discípulo amado

viernes, 25 abril 2025 papa francisco  

VaticanMedia

Por el Cardinale Luis Antonio Gokim Tagle

La Agencia Fides publica la homilía pronunciada por el Cardenal Luis Antonio Gokim Tagle hoy, viernes 25 de abril, durante la Santa Misa - presidida por él - celebrada con la comunidad de trabajadores del Dicasterio para la Evangelización en sufragio del alma del Papa Francisco, en la Capilla de los Reyes Magos, en el Palacio de Propaganda Fide:

Roma (Agencia Fides) - En este viernes de la Octava de Pascua, elevamos nuestra gratitud al Señor Resucitado, quien nos ha constituido como su cuerpo vivo de discípulos y testigos. Mientras seguimos contemplando con asombro la presencia y la acción transformadora del Cristo resucitado, tal como lo atestiguan las lecturas bíblicas, dirigimos también nuestras oraciones fervorosas por el Papa Francisco, para que pueda experimentar el abrazo eterno del Padre misericordioso.

El Evangelio relata las faenas de pesca emprendidas por Simón Pedro junto a otros seis discípulos tras la resurrección. Aquella noche no lograron capturar nada. La barca volvió vacía, símbolo no solo de la falta de alimento, sino también de la pérdida de entusiasmo y esperanza. Sin embargo, el Señor resucitado -aunque no fue reconocido de inmediato por ellos- percibió su vacío interior. Les indicó que arrojaran la red al lado derecho de la barca. El resultado fue una pesca abundante. Transformó la carencia en plenitud. ¿Quién es él? ¿Quién es este extranjero? El discípulo amado dijo a Pedro: «¡Es el Señor!». Con los ojos del amor, el discípulo amado discierne, identifica y proclama la presencia del Señor resucitado.

Cuando el trabajo, la vida o nuestros proyectos nos parezcan vacíos, no caigamos en el desánimo. Observemos a nuestro alrededor. Abramos los oídos del corazón. El Resucitado está cerca y puede señalarnos un nuevo rumbo, aunque a primera vista parezca absurdo o ilógico. No nos aferremos obstinadamente a ideas o planes que ya han demostrado su esterilidad. La terquedad orgullosa conduce al vacío. Dejémonos conducir por el Señor resucitado. Él es quien dirige la pesca; a nosotros solo nos corresponde arrastrar la red hasta la orilla. Cuando nos asombramos ante frutos que no provienen de nuestro esfuerzo, sino de su gracia, entonces reconocemos con humildad y fe: «¡Es el Señor!»

Esa misma proclamación fue pronunciada por Pedro y el discípulo amado ante el pueblo, los líderes, los ancianos y los escribas que cuestionaban el origen de su autoridad tras la curación del hombre lisiado de nacimiento. Ellos declararon con firmeza: «En el nombre de Jesucristo el Nazareno... este hombre ha sido sanado». ¡Es el Señor!

Estamos acostumbrados al tándem de San Pedro y San Pablo. Pero nuestras dos lecturas ponen de relieve otro tándem: la colaboración entre San Pedro y el Discípulo Amado. En el Evangelio de Juan, no se nombra al Discípulo Amado, aunque la tradición lo ha asociado con el mismo San Juan. El Discípulo Amado abre los ojos de Pedro para que reconozca al Señor y sus acciones en las actividades de Pedro. Quiero creer que el Discípulo Amado ayuda a Pedro a permanecer humilde, atribuyendo siempre toda pesca fructífera y toda buena acción al Señor, y no a sus propios esfuerzos.

Cada uno de nosotros necesita a Pedro y al Discípulo Amado en su corazón. Un Pedro que actúa y un Discípulo Amado que señala a Jesús, la fuente de nuestra fecundidad.

En esta Misa pedimos al Padre misericordioso que acoja en su Reino a nuestro querido Papa Francisco. En estos doce años ha sido el Sucesor de Pedro. Pero yo lo he conocido también como el Discípulo Amado.

Estuvimos juntos en el Sínodo de los Obispos sobre la Eucaristía en 2005 como delegados de nuestras respectivas Conferencias Episcopales. Al final del Sínodo, ambos fuimos elegidos miembros del Consejo Ordinario del Sínodo de los Obispos por un mandato de tres años. En 2008, fuimos ponentes en el Congreso Eucarístico Internacional de Quebec (Canadá). Él representaba a América Latina y yo a Asia. A menudo le manifesté mi escaso conocimiento de los temas asignados y mi falta de preparación para los discursos. Pero él nunca dejó de animarme, de ayudarme a ver la mano del Señor. Desde Buenos Aires, me escribía cartas de felicitación cuando se enteraba de algo bueno que yo había hecho. Pero yo no respondía a ninguna. Él creía en mí más de lo que yo creía en mí mismo.

Durante las reuniones siempre bromeaba conmigo. Nos tomábamos las bromas en serio. Para el Cónclave de 2013, nuestros vuelos llegaron al aeropuerto de Fiumicino con pocos minutos de diferencia. Al verme me dijo: “¿Qué hace este muchacho aquí?”. A lo que yo respondí: “¿Y qué hace este viejo aquí?”. Pocos días después tuve que llamarle “Su Santidad”.

Cuando me llamó para trabajar en la Curia Romana, pensé que era una broma. Al final se trató de una broma seria. Para compensar todas las cartas que no le contesté, esta vez le dije que sí. Supongo que a sus ojos continúo siendo un muchacho. En mis audiencias privadas con él, su primera pregunta siempre era: “¿Cómo están tus padres?”. Antes de hablar de documentos y “asuntos”, me recordaba a mis padres y a mí mismo cuando era niño.

Hay muchas cosas que recordar y celebrar en el Sucesor de Pedro, que es un discípulo muy querido, pero permítanme concluir con una experiencia vivida durante su visita pastoral a Filipinas en 2015. Se sorprendió al ver los millones de personas que le dieron la bienvenida a su llegada a Manila. Antes de bajarse del papamóvil para entrar en la Nunciatura Apostólica, me preguntó: “¿Cuánto has pagado a esa gente?”. Inmediatamente le respondí: “Les he prometido la vida eterna si saludaban al Sucesor de Pedro”. Poniéndose serio, me dijo: “No han venido a verme a mí. Vinieron a ver a Jesús”.
El discípulo amado ahora tiene otro nombre, Pedro.
(Agencia Fides 25/4/2025)


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